Tuesday 14 August 2007

Into The Wood

Erase una vez el camino verde. Era la metáfora hecha añicos, minimizada por la propia realidad. Era el bosque, como el bosque, sí, el de los cuentos de hadas.

El olor guiaba o parecía ser el imán; las veredas apenas y se distinguían. Todo era penumbra, el tacto ayudaba un poco. Después de acostumbrarse a la oscuridad, algunas siluetas se podían ver. Ir adentrándose era al mismo tiempo como internarse en lo desconocido y lo deseado. Como refiriéndose a un vicio, algunos decían: “dije que no volvería más, pero aquí estoy”. Entre la maleza, el olor a tierra húmeda, el sonido de los insectos; bajé por una vereda, parecía una especie de cueva. Escuché pasos en ambas direcciones. La primera vez me aterraba la idea. La mirada y lo blanco de los ojos era la única forma de distinguirlos. Luego, venía el desenfrenado contacto. Y aquellos encuentros, de forma paradójica, estaban envueltos en sentimientos de culpa y goce.

Erase una vez el camino verde, oscuro y denso. Era una rutina para muchos. Era el vicio, la debilidad. Erase una vez el bosque en una noche incipiente cuando la ansiedad se vuelca y esclaviza. Salí de manera sigilosa, fui subiendo. No era un cuento de hadas. Era la simple posibilidad del anonimato, de ser y no ser, de la condena voluntaria.

Erase una vez el camino verde. Y vino la amenaza, no como, sino que vino en realidad. Vigilar y castigar era la consigna. La mañana era fría. Ejército de verdugos cumplían la orden. Realizaban la labor de terminar con aquello. La poda había comenzado.

Erase una vez el camino verde. ¿Acaso destruirían todos los árboles? ¿En nombre de quién y a razón de qué? Pero lo verde emerge de nuevo en cada verano lluvioso. Y mientras nazcan árboles, bosques, caminos, veredas, y mientras la noche esté ahí, sin cobardía, los muchachos también seguirán. Ellos se darán cita otra vez, allí, dentro del bosque.


Iván Islas.
Agosto 14, 2007.
Ciudad de México.